jueves, 30 de julio de 2015

Una reflexión

Ayer Itziar de Vidas de mercurio publicaba esto, que es muy breve, pero si no tenéis ganas de leerlo os copio parte del primer párrafo: [...] los privilegios de los doctorandos con más posibilidades económicas; no solo las obvias, también las que vienen de haber tenido la oportunidad, cuando eran niños, adolescentes, de viajar, ir a museos, teatros, lugares que no están al alcance de la clase trabajadora; de haber leído buenos libros recomendados por gente que sabe, haber tenido una formación musical, haber oído conversaciones de nivel…

Y hace unos días, leí en twitter algo que me ha tenido pensando. Decía algo así como que el índice de fracaso escolar era mucho menor entre los hijos de los docentes, acusándonos así de alguna manera (esta fue mi interpretación) de causar fracaso escolar, pero no a nuestros hijos.

Así que hoy quería juntar las dos cosas y hablaros de ello. Porque creo que todo esto es cierto pero no del todo.

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Empiezo por el final:

Sí creo que el índice de fracaso escolar puede que sea menor entre los hijos de los docentes, pero las razones para ello son obvias:

- Tenemos, siempre generalizando, un horario escolar parecido al de nuestros hijos, por tanto podemos estar con ellos mientras hacen sus tareas y ayudarles, algo que no pueden hacer todos los padres.
- Tenemos, en general, un nivel cultural (o más bien inquietudes) mayor que el de muchas personas, por lo que nuestros hijos están desde pequeños en contacto con libros, con museos, conciertos, conversaciones de todo tipo...
- Tenemos cierta preocupación por los estudios de nuestros hijos que no tiene toda la población. No se puede generalizar pero hay personas que piensan que sus hijos no van a estudiar y los dan por perdidos antes de que empiecen ( es un zoquete, como su padre; yo tampoco estudié y no me va mal; que se deje de tanto libro y se ponga a trabajar, que así aprende...)

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Y si pienso así de los hijos de los docentes, que somos de clase media más bien raspadita, imaginad lo que opino de esas personas que tienen un acceso ilimitado a la cultura, que pueden pagarse el teatro cada semana, un palco en la ópera, museos, exposiciones, que se codean con intelectuales (de los de verdad, no de los que salen todos los días en televisión...) Creo que los privilegios que otorga el nivel cultural y económico alto están claros, pero, como dice Itziar, creo que no lo son todo.



Hay muchas familias de clase media, con padres sin estudios, o con escasa formación, que llevan a sus hijos cuando pueden a hacer turismo cultural, a ver un museo importante o asisten con ellos al teatro regularmente, al cine, que transmiten en ellos la curiosidad por aprender y el interés por mejorar.

Cuando naces y lo tienes todo al alcance de la mano, puede que no lo valores lo suficiente, pero si sabes que tus padres se han esforzado para llevarte a ese lugar, para visitar aquella ciudad y comprar las entradas para ese museo, entonces quizá también sepas que la cultura es un bien incalculable y la aprecies más que el resto.

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Me gustaría que me diérais vuestra opinión, porque lo cierto es que es un tema complicado.



Algunas cosas que he visto por ahí

Durante este verano, he dejado los recopilatorio os semanales, y ya veremos si los retomo en septiembre o no, depende de las ganas que tenga.

Hoy de lo que sí voy a hablaros es de las cosas que estoy viendo, me interesan o me han llamado la atención en estos días.

Primero de todo, esta foto, que es solo para fans y que no voy a explicar, por supuesto.






He encontrado este enlace: Cien películas para el verano. No las he visto todas ni muchísimo menos (ni ganas de ver algunas, la verdad) pero me he apuntado sobre todo algunas que quiero volver a ver en estos días.



Tom Cruise no es un actor que me caiga especialmente bien, pero me gustó su paso por el programa de Jimmy Fallon.


Por cierto, me había olvidado de deciros que estoy viendo True Detective (la segunda temporada, de la primera ya os hablé aquí) y me está gustando, aunque no convenciendo del todo. Hago una colaboración con Sigue en Serie comentando el capítulo de la semana (ojo, con spoilers).

Y creo que esto es todo de momento, que estoy de vacaciones y lo principal es no hacer demasiado.

miércoles, 29 de julio de 2015

Por fin, vacaciones

Ayer parece ser que tuve el día monotemático, que si mi niño sabe hacer esto, que si mi niño lo otro... En fin, que me lo tenéis que perdonar porque a veces las cosas salen así un día, y al siguiente puedo estar quejándome amargamente de mi peque.

Hoy hace una semana exactamente que estoy de vacaciones.

Los días durante el verano son más largos y, cuando no estás fuera de casa, te parece que no haces cosas, así que hoy quería ver qué cosas he estado haciendo en esta semana.

1. Descansar. No sabes lo que necesitas descansar hasta que por fin puedes hacerlo. No se trata de dormir mucho, porque en realidad sigo levandándome pronto, sino de descansar de rutinas como coger el coche a diario, ir a trabajar bastante lejos de casa, tener algo pendiente siempre en mente. Estoy empezando a relajarme y eso es estupendo.



2. Cocinar. Este invierno he cocinado poquísimo, y cuando hablo de cocinar me refiero a hacerlo porque me apetece, a aprender nuevas recetas, y no a repetir los platos de cada día, a última hora de la tarde, y dejarlos preparados para el día siguiente. Estoy retomando la cocina y eso me hace feliz.

http://www.culturainquieta.com/es/arte/ilustracion/item/6478-el-amor-esta-en-las-pequenas-cosas.html


3. Leer. Ya os lo he dicho, estoy leyendo mucho, y ahora especialmente un libro que me está gustando muchísimo y del que os hablaré en breve.

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4. Pasar tiempo con mis peques. Al mayor, especialmente, le hacía falta pasar más tiempo con sus padres, estar con nosotros, salir de tapas en familia, ver películas juntos, porque este año esta siendo de adolescencia pura y dura, esos momentos en que tus padres te parecen lo peor, que no se enteran de nada. Nuestra relación, hasta ahora, es buena, pero nos hacía falta el tiempo libre para pasarlo juntos.

http://captbexx.tumblr.com/page/4


5. Pasar tiempo con amigos. Pasamos juntos en pandilla las tardes en la piscina, ya hemos organizado la segunda barbacoa del verano, y ayer fuimos todos en procesión a ver a nuestros músicos en concierto.

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6. Ordenar y organizar un poco en casa, que falta me hacía. Llevo la plancha más o menos al día, cosa casi imposible en mí, y después de organizar un baño, voy a ver si me las apaño para que mis librerías no parezca que van a estallar en cualquier momento. Con tranquilidad y poco a poco.

http://www.lolabarcia.com/


Y eso es todo por hoy, nada demasiado interesante, pero ¿qué queréis? Estoy de vacaciones.

martes, 28 de julio de 2015

Una habilidad

Cada uno de nosotros tenemos unas habilidades, capacidades, ciertas cosas que se nos dan bien y que, bien pueden solucionarnos la vida o bien no servir para nada. Pero ahí están y es bueno que las fomentemos si lo consideramos oportuno.

En este año, y más aún en los últimos meses, he descubierto una habilidad de mi hijo pequeño que estoy fomentando.

Os cuento.

El peque es mucho de cine. Supongo que tiene que ver con que sus padres también lo somos, y su hermano mayor. Pero él creo que lo es mucho más que cualquiera de la familia.

Y cuando ve una película, o una serie, a pesar de no conocer nombres de actores o actrices, inmediatamente te localiza a todos los actores que ha visto antes en alguna película en algún momento.

El otro día apareció Keira Knightley en una peli y me supo decir un montón películas que había visto de ella, desde Piratas del Caribe a Quiero ser como Beckham.


Otro día nos ve que estamos viendo House of cards y ¡reconoce a la Buttercup de la Princesa Prometida! Que sí, que Robin Wright está estupendísima, pero...




Entramos en el cine a ver Jurassic World e inmediatamente sabe que el protagonista hizo Guardianes de la Galaxia...



 ...y que el niño mayor sale en una serie que él ve y es el prota de Kings of Summer, que vimos no hace demasiado (Nick Robinson).


La última, en la vida real, fue ayer.

Por la mañana estuve hablando con la madre de una niña que va con él al curso de música. Él no la conocía de nada, pero cuando salió de clase estaba con ella, y fueron no más de cinco segundos los que la vio.

Por la tarde fue a recogerle una amiga, que es precisamente hermana de ésta con la que había hablado por la mañana. Se le queda mirando largo rato antes de montar en el coche y le dice:

- No estaba seguro de si eras tú... ¿no tendrás una hermana?

lunes, 27 de julio de 2015

La chica del tren

Últimamente todo el mundo habla de este libro, así que no me he quedado atrás y me lo he leído.





Título: La chica del tren.
Autora: Paula Hawkins.
Editorial: Planeta.


Es una novela de misterio, un thriller que muchos comparan con Perdida, de la que hablé aquí porque me gustó y luego vi la película, que no me gustó tanto pero no estuvo mal.

No sé si la historia se parece, yo creo que no, pero sí te mantiene en vilo con los personajes, bastante bien construidos, y no puedes dejar de leer.

La premisa de la que parte me gusta mucho: una chica, Rachel, viaja cada día en el mismo tren hasta Londres. En su viaje, se fija en los habitantes de una casa que ve desde las vías, en un lugar donde su tren se detiene. La soledad de Rachel hace que se fije en las personas que viven allí, que fantasee con sus vidas.

La autora del libro, Paula Hawkins y el tren.

Me gusta la idea porque da mucho juego, y también la de utilizar narradores diferentes que te van contando fragmentos de la historia.

No me ha parecido una gran novela, ni mucho menos, pero sí un buen entretenimiento de verano, una novela que engancha. Stephen King ha dicho que le quitó el sueño durante toda una noche, así que creo que podéis darle una oportunidad si buscáis una novela ligera para la playa o piscina.

domingo, 26 de julio de 2015

Leer en verano

El verano y el cambio de rutinas hacen que algunas personas no lean tanto como durante el resto del año. Por ejemplo, mis hijos en verano apenas leen, y habitualmente sus rutinas hacen que lean un rato todos los días antes de acostarse.

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A mí me pasa lo contrario. El verano es la época del año que más leo. Quizá se deba a que durante el curso leo mucho, muchísimo, con mis alumnos en clase, sus trabajos, libros de texto... y tengo menos tiempo y menos ganas de leer lo que a mí me apetece y más de entretenerme con una película o una serie.

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Sin embargo, mis días de verano son relajados, y puedo dedicar bastante tiempo a leer.

Las mañanas, cuando termino de recoger un poco en casa y de hacer compras o lo que sea, aún me queda tiempo para dedicar un rato a la lectura.

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Por la tarde voy a la piscina prontito, y dedico más o menos otra hora a leer mientras van llegando el resto de los amigos. Cuando estamos todos ya no me concentro, y me dedico más a la conversación, pero a veces el libro está interesante y me aparto un poco, a la sombra de un árbol, para seguir con mi lectura.

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Por las noches llegamos a casa tarde, y cuando recojo las toallas y demás son casi las doce de la noche. No me apetece ponerme a ver una película y leo un rato antes de dormir.

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Así que mi ritmo de lectura aumenta muchísimo con el verano, por lo que tendréis que aguantar que os hable de más libros que durante el curso.

sábado, 25 de julio de 2015

Curso de música

Este verano pretendíamos que el peque fuera a algún curso de música fuera de la ciudad.

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Se trataba de solo una semana, iba con su profe, que es un encanto, y con un montón de actividades programadas. Además, le daba la opción de no dormir allí, sino de llevarle e irle a buscar todos los días, aunque eso supusiera un montón de kilómetros por nuestra parte.

Al principio dijo que sí, le parecía genial alejarse de casa unos días. Pero luego se echó atrás, y no hubo manera de convencerle. Así que este año no va a ser, quizá porque es demasiado pequeño, quizá por sus problemas para socializar.

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Pero sí va a ir al mismo curso que fue el año pasado, aquí en la ciudad, cerquita de casa.

Su profesora ya le escribió hace unos meses y le encanta la idea de volver con ella este curso, porque es una chica joven, muy activa y cercana a ellos, como una niña.

Será durante una semana y empieza ya, en unos minutos.

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Tengo la suerte de que un amigo de mi hijo mayor también va, como el año pasado, y pasa por casa a buscarle cada día para ir juntos. Es una ventaja porque si no estaríamos todo el día pendientes de él, porque viene a casa a comer a mediodía. Tiene curso, y por lo tanto se pasa tocando el instrumento, de 9 de la mañana a siete y media de la tarde, con un par de horas para comer a mediodía.

A ver qué tal se nos da...

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El curso pasado le vimos tocar en una orquesta, también con un grupo de cámara y la verdad es que aprendió mucho y se relacionó con mucha gente diferente pero con una misma afición a la música. Además, vio el esfuerzo que supone tocar medianamente bien un instrumento.

Espero que este año también resulte bien, porque le cuesta mucho adaptarse a cosas nuevas, y a personas que no conoce.

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Bueno, vale, lo habéis adivinado, estoy nerviosa.


viernes, 24 de julio de 2015

Heather Theurer

No sé por qué, últimamente me da por lo clásico. Tengo que estar haciéndome mayor de verdad, porque normalmente en cuestiones artísticas soy más de otro tipo de cosas, pero es que lo más clásico y "normal" me llama, cuando nunca lo había hecho antes.

Hace un tiempo que tengo guardada en Pinterest esta imagen.



Una vuelta de tuerca al estilo clásico de un personaje Disney que me encanta.

Busqué a su autora y encontré estas imágenes. 

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Y aquí os las traigo.

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Parecen pinturas de hace siglos, y por eso me han gustado.

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Especialmente esta última. Será porque tengo debilidad por Mérida...

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jueves, 23 de julio de 2015

Mi experiencia como tribunal de oposición

Esta entrada me ha quedado un poco larga. No hace falta que os molestéis en leerla. Simplemente tenía que escribir sobre ello para poner el punto final a la pesadilla (o al menos eso espero)

Ya me habéis oído quejarme por ahí de la horrible experiencia que he tenido con esto de las oposiciones, pero no os podéis imaginar hasta qué punto.

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Sólo os diré que no he visto tanta gente cabreada junta, ni llorar a tantos profesores hechos y derechos, o ponerse enfermos, pero enfermos de verdad, de exceso de trabajo y del mal trato recibido, y con esto no me refiero a los opositores, a los que hemos intentado tratar lo mejor que hemos podido, sino a los profesores que formábamos parte de los tribunales de oposición.

Os contaré un poco, sin entrar en detalles, como ha sido el proceso.

Esto de ser tribunal te toca en un sorteo, y no te puedes escaquear, no, al menos, que yo sepa. Y a mí me tocó.

Doce tribunales, a cinco profes por tribunal, es mucha gente movilizada en una provincia. Muchos de ellos no viven en la ciudad, y han estado viajando a diario para acudir al trabajo, o quedándose en un hotel para estar aquí durante estas semanas.

Un día por la tarde, en junio, se constituyeron los tribunales: mucha improvisación y bastante descontrol, pero nadie pensó que esa iba a ser la tónica de todo el proceso.

Días después, la presidenta de mi tribunal me mandó un correo diciendo que quedábamos el día del examen a las ocho. Los opositores estaban convocados a las ocho y media.

Le escribí inmediatamente pidiéndole quedar un día antes para preparalo todo, para coordinarnos, que no podía ser eso de llegar allí casi a la misma hora que ellos sin saber qué teníamos que hacer.

El instituto no abre hasta las ocho. No podemos quedar antes.

Esa fue su lacónica respuesta.



El día del examen teníamos que pasar lista a los opositores, comprobarles el carnet uno por uno y recogerles una programación didactica, por duplicado, a cada uno de ellos, que tenía que firmar un documento que decía que la había entregado y había además que darles otro como resguardo de la entrega. Además, muchos de ellos querían que les hiciéramos un justificante de haberse presentado para sus trabajos.

Desde las ocho y media que estaban convocados, empezamos el examen a las diez y media. A mí eso me estaba pareciendo una barbaridad, porque he pasado por ello y te pones cada vez más nervioso. Pero no dio tiempo a terminar hasta entonces, y tampoco se pudo hacer el sorteo de los temas hasta que todos los opositores de todos los tribunales estuvieron sentados.

Cuando terminaron el examen, yo pensaba irme a comer con una amiga, a la que no veía hace años, pero resulta que había una reunión de presidentes con secretarios, y luego había que volver a las cuatro, así que no me dio tiempo más que a sentarme en un bar enfrente y tomarme algo en media hora. No sabía que ese lugar iba a ser donde iba a comer de ahora en adelante, en quince minutos, un bocadillo, acalorada y cabreada.



Después de terminar la prueba, mañana y tarde, tuvimos que hacer papeleos. Ahí empezó la tortura. Nos adjudicaron un ordenador en una sala de informática para cada tribunal y nos dijeron: con este archivo de excel tenéis que convocar a los opositores y luego enviarlo por correo y por fax a estas direcciones, además de ponerlo en el tablón de anuncios. No salgáis hasta que lo tengáis terminado.

Total, las diez de la noche y gracias a la ayuda de los compañeros, que todos hemos hecho piña, porque el archivo tenía unos errores tremendos, casillas bloqueadas y cosas que serían demasiado largas de contar, pero cada papel ha sido como un parto doloroso.



Desde el veinte de junio y hasta el diecisiete de julio hemos vivido encerrados en un instituto, mañanas y tarde, incluyendo los sábados, no sólo para atender y escuchar a los opositores, que sería lo normal, sino para hacer papeles, burocracia, repetirlos porque nos daban una orden hoy y otra contradictoria mañana. Ha sido caótico, ha sido vergonzoso, me he sentido utilizada, me he sentido esclavizada y no sé cuántas cosas más.

Aún esta semana he tenido que ir tres veces a firmar papeles, a cambiar cosas, a revisar el expediente... y no confío en que haya terminado.

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Buscando el lado positivo, he aprendido algo: por primera vez en mi vida he sabido lo que es ir a trabajar en algo que no te gusta, en algo que odias, día tras día, sabiendo a qué hora vas pero no a qué hora terminarás, y me he acordado de toda la gente que tiene trabajos que aborrece.

 Eso me ha hecho sentir afortunada.

Especialmente ahora que (parece que) todo ha terminado.

miércoles, 22 de julio de 2015

Un grito de amor desde el centro del mundo

Dina me recomendó este libro, y decidí que era una buena lectura para estos días.



Título: Un grito de amor desde el centro del mundo.
Autor: Kyoichi Katayama.
Editorial: Alfaguara.

Me ha durado un suspiro.

Sinopsis:  Sakutaru y Aki se conocen en la escuela de una ciudad de Japón. Él es ingenioso, precoz y algo sarcástico. Ella es inteligente, hermosa, agradable y popular. De la camaradería, la relación evoluciona hacia el amor cómplice. Ambos se convierten en inseparables. Un hecho trágico pondrá a prueba un amor sin límites.Una inolvidable historia de amor.

Los personajes se hacen muy creíbles, y el tono que emplea el escritor es lírico, con párrafos muy hermosos para describir sentimientos.



Me ha gustado mucho, pero (sí, hay un pero) debo decir que en los últimos tiempos he leído tres novelas de amor adolescente y trágico de las que he hablado aquí: Bajo la misma estrella, Blanca como la nieve, roja como la sangre y ésta. Y recomiendo antes cualquiera de las dos anteriores. No sé si es porque el narrador-protagonista resulta a veces un tanto frío, o porque las descripciones se te hacen un tanto tediosas, o quizá porque no realiza del todo bien (para mi gusto) los saltos temporales hacia delante y atrás en la historia, no lo suficientemente bien como para mantener la emoción.




La recomiendo, es una novela preciosa, pero ya digo que si tuviera que elegir, pongo por delante otras de temática parecida.

martes, 21 de julio de 2015

Mi experiencia como opositora

Allá por el año 97 (sí, lo sé, soy muy mayor), en septiembre, volvía yo de mi viaje de novios, y me traía bajo el brazo, recién compradito en Madrid, el temario de las oposiciones. No sabía que ese temario me iba a acompañar en tres mudanzas y durante los siguientes once años. Pero si lo hubiera sabido, probablemente no habría cambiado nada.

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Entonces no sabía lo que iba a ser de mí, lo que la vida me iba a deparar, pero tenía claro que quería ser profe, y me iba a dedicar a ello hasta que lo consiguiera.

A mi alrededor surgieron un montón de voces discordantes. No de mi chico, la persona más cercana que tenía entonces, en nuestro apartamento alquilado con cuatro muebles, sino de los amigos, los familiares...

Recuerdo, como un puñal que tengo clavado y que nunca he devuelto pero no creáis que no se me pasa por la cabeza, a uno de los amigos de la pandilla decirme:

- Pero si ya estás casada, y tu marido tiene un sueldo fijo... ¿qué vas a estudiar tú? Mira, te aseguro que no vas a trabajar nunca.

Sí, vale, soy una blanda y sigo hablándole casi veinte años después, y mis hijos juegan con el suyo, pero no me olvido de aquello.

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Mis tías, todas maestras (sí, todas; en mi familia la vocación es hereditaria) entendían perfectamente mis horas de estudio, mis esfuerzos, que lo mío era un trabajo a jornada completa, estudiando, y que no era cuestión de interrumpirme. Mi madre no tanto. Ella venía a verme a cualquier hora, con cualquier excusa (su niña se había marchado de casa y se encontraba sola) y le daba igual hacerme perder media tarde de estudio.

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Me presenté por primera vez en el 98. Aprobé el primer examen y suspendí el segundo, el oral. Gracias a ese aprobado, y con un sistema antiguo de listas de interinos, empecé a trabajar ese mismo año con una vacante completa, y en mi provincia.


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A partir de ahí, oposiciones un año sí y uno no, seis. Sí, habéis oído bien, seis veces hasta conseguir aprobar. Unas me fueron mejor, y conseguí aprobar todos los exámenes, pero sin plaza. Otras me fue peor y solo pasé el primero. Unas me parecieron justas, bien organizadas, coherentes. Otras fueron una auténtica pesadilla y una tomadura de pelo para los opositores.

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Y durante todos estos años he visto a mi alrededor a la gente diciéndome que dejara de estudiar, mirándome con verdadera lástima cuando le pedía a mi chico que se llevara a los niños al parque, o al centro comercial o donde fuera para poder aprovechar la tarde de estudio, cuando pasaba las tardes en la biblioteca,  cuando a estas alturas de julio, y más tarde, no sabía aún qué iba a ser de mí el curso siguiente, si trabajaría o no y dónde.

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Pero seguí en ello, me empeñé y al final una de esas plazas fue mía. No sé si las horas de estudio invertidas han merecido la pena, y nunca lo sabré, porque no pienso en ello. Sólo sé que el día que supe que había aprobado y que tenía plaza, tardé unas horas en reaccionar. No podía hablar, no podía sonreír, no podía llorar... Luego me pasé varios días llorando por las esquinas, como una loca. Y nadie, nadie salvo mi chico, que lleva conmigo esas seis oposiciones, sabe todo lo que he pasado.

lunes, 20 de julio de 2015

Prejuicios

Todos tenemos prejuicios. Y quien diga que no, miente.



Los prejuicios, las ideas que tenemos de cómo son las cosas y de cómo los demás antes incluso de conocerlos, vienen con nosotros como una herencia genética.

No es que sea exactamente algo genético, pero sí forma parte de nuestra herencia porque está en nuestra educación. Nuestros padres nos transmiten esos prejuicios desde el mismo instante en que nacemos, y quieran o no. Es su forma de hablar de ciertas cosas, sus silencios, la cara que ponen cuando escuchan las noticias, su forma de afrontar la vida, en definitiva, la que nos educa y la que nos transmite todos esos prejuicios.



Y bien, no es que nosotros no podamos hacer nada con eso. Todo lo contrario. Creo que lo que dice mucho de una persona es su lucha contra los prejuicios que le han sido transmitidos, y su intento de no transmitirlos a sus propios hijos.



Ya sé, ese intento de que nuestros hijos no tengan prejuicios es un intento vano. Claro que los tendrán, pero serán menos, y menos intensos, que los que tengo yo, que los que tenían mis padres, y así sucesivamente.

Pero esto no es así siempre. Hay muchas familias que transmiten esa herencia intacta. Todo lo que pensaba mi padre sobre el mundo, y que también pensaba mi abuelo, ahí va, sin más, a mis hijos. Y eso me da muchísima pena.



Anécdota tonta:

Hace un par de días, transportaba a cuatro adolescentes (13-14 años) a la piscina, entre ellos, mi chico grande.

Uno de ellos iba hablando de gays (ojo, que no decía "maricones", lo cual ya es un cambio positivo con respecto a lo que podíamos escuchar en generaciones anteriores), que si hay muchos gays, que si últimamente los gays están en todas partes, que sí hay más que nunca, cosas así, sin ningún tono peyorativo, pero yo tengo ya muchos años de experiencia con chavales como para saber que esas palabras son de su padre, calcadas de lo que oye en casa.



Así, sobre la marcha, me inventé una estadística (¿Qué pasa?, los periodistas lo hacen constantemente, y las publican...):

- ¿Sabéis lo que he leído?, que una de cada cinco personas es gay.

Se quedaron callados.

- Y aquí vamos cinco.

Silencio absoluto. Ya les había dado algo en que pensar.